
“Ramón-do-Casar” lidera con la Treixadura a la D.O. Ribeiro
Acercarse a ‘Ramón-do-Casar’ para descubrir la contemporaneidad desde el primer momento es una empresa que aúna como pocas la imagen de lo moderno con elementos de los tiempos pasados, y recientes, en una historia individual y familiar que nos transmite desde una intensa emoción actual la esencia de la Denominación de Origen Ribeiro.

Las aguas del Miño discurren ondulantes en nuestro viaje de este a oeste. Partimos del antiguo Porto Vello de Ourense en pos de nuestro destino, ‘Ramón-d-Casar’ en Prado, Castrelo de Miño. Entramos enseguida en el “Ribeiro”, famoso territorio vinícola desde la Baja Edad Media en la Corona de León y Castilla, loado por el culto Rey del siglo XIII Alfonso X: “Assi com’eu bevería boo vino d’Ourens…”, en gallego, el idioma cancilleresco. Lo sentimos cerca tras rebasar la “ínsua” de Troncoso, que apenas asoma de las aguas. La presa de Castrelo cambió desde hace medio siglo este paisaje y la vida, ya que con su construcción desaparecieron las multiseculares tierras de viñedo concentradas entre Ponte-Castrelo, Santa María y Ventosela. Aquí, en su centro, se hallaban las feraces islas de la Cabreira y ‘A Illa’ por antonomasia, registrada como ‘Isleta Ailla’ en el Mapa Topográfico Nacional de 1943. Ambas son ahora ya imaginación y memoria, como la “ínsula Barataria” del Quijote.

Cuando surge este mapa son los cuarenta, años de una dura postguerra que abocó a muchos jóvenes, desde mediados de la década, a la emigración ultramarina, solución a la que se avino la dictadura franquista ante lo que era en realidad una parálisis económica derivada de su ideología política, en el contexto temporal de euforia en la Europa democrática y parlamentaria vencedora del nazismo del Reich alemán, principalmente, y también del fascismo italiano. La situación de miseria continuó en los cincuenta, con lo que el movimiento migratorio se incrementó progresivamente como vía para dar salida a las situaciones vitales personales y familiares. Este es el contexto de Ramón González, de Astariz, el futuro fundador de la bodega en Prado de Miño, otra parroquia ribereña convecina, quien marcha a Venezuela en 1955. En este mundo de promisión sudamericano, con el duro trabajo y la suerte necesaria, Ramón obtiene poco a poco, en las décadas siguientes, sus metas: se casa, vienen los hijos, consigue las añoradas tierras, conformando así las bases de ese sueño compartido con su esposa, y familia, que ha visto la luz progresivamente en siglo XXI, con el nuevo milenio.
En nuestro periplo por este tramo del curso medio del padre Miño, dejamos atrás Astariz y Vide, para avistar, destacado, el perfil blanco del edificio de la bodega que fija las miradas entre los sucesivos verdes de la ladera. Tras la línea de vegetación ribereña, se hallan en su base las líneas del viñedo, divididas por la carretera comarcal, creciendo por la suave pendiente y perpendiculares al río como si de un cabello humedecido se tratase: este es el paisaje vitícola visible, moderno y característico, que transforma el antiguo y tradicional sistema adaptándose a los nuevos modos y tecnologías. La casa en lo alto, y más allá de esta estructura esencial de limpios paramentos graníticos, el monte, al otro lado del Camino Real, con las altas copas de los árboles irregulares y desordenadas. Estos liberan sus perfumes de madrugada, y las uvas las van recogiendo durante el caluroso día para transformar esta energía, cuando atardece, en sabor…
Este “chateau” de nuestros días marca el espacio de O Ribeiro afirmándose como un hito de los nuevos tiempos.

Dejamos así nuestro barco del tiempo antes de que las aguas viren a babor en A Granxa, y tras amarrar, pisamos la finca, entrando en la tierra del vino de la bodega familiar. Rebasamos la carretera para penetrar en la segunda parte de la propiedad, un paisaje de vino que llega hasta los pies de la blanca acrópolis de “Ramón-do-Casar”, con las espaldas guardadas por un muro de antiguas piedras entre cuyos intersticios crece vegetación. Tiene el edificio escalonados sus asimétricos volúmenes, con sus fachadas hacia el norte, siendo la del oeste traslúcida en su fachada y parte de las paredes angulares. Ortogonales y geométricos, todos ellos llevan cubierta aterrazada. Es una arquitectura que es expresión de una elección consciente que alumbra ex nunc un concepto que aúna la correlación práctica función-forma y una voluntad de representación. Porque así “como la música se desarrolla en el tiempo, también la arquitectura”, en palabras de Le Corbusier. La ausencia de tejado y la elección del color claro del paramento externo son dos de las características de este gran arquitecto y pintor suizo-francés, un referente en la definición del movimiento moderno de arquitectura racionalista y funcional del primer del siglo XX. El control de la luz, necesario en el área de trabajo, y el volumen y transparencia en las esquinas ángulos del bloque noroeste -una lección desarrollada por la Bauhaus-, rompen en clave de paradigma el tópico constructivo asentado en el territorio de esta D.O., alrededor del Miño, Avia y Arnoia. Esta imagen externa es una expresión de actualidad. Como la elaboración del vino desde la Treixadura, la reina de las uvas en esta región vinícola gallega, y principal símbolo soluble del Ribeiro. Con sus uvas ha cosechado en su reciente trayectoria excelentes premios de ámbito local, autonómico, nacional e internacional. “RC” es el acróstico que en acero corten rotula la bodega, y el logotipo de las botellas de vino, un decantado concepto en el que la “C” es la copa del vino Ramón-do-Casar. Todo confluye para dar sentido al esfuerzo desde la visión auroral.
Xabier Limia Gardón.
Ph. Dr. por la USC
Profesor y escritor
