A mediados de los años 50, la vida de nuestro padre se vio acuciada por la situación precaria de la época.
El anhelo de superación y la persecución de su sueño, le llevaron a tomar la decisión de emigrar a Venezuela, dejando atrás a su querida aldea de Astariz, a su familia, amigos y a la que más tarde sería su mujer, Áurea. Un sentimiento de morriña que le acompañó toda su vida.
Tras una larga singladura en el buque Montserrat, Ramón arriba al puerto de la Guaira el 8 de febrero de 1955 (Caracas, Venezuela). Un momento que marcaría el comienzo de una historia personal, que forma parte de la memoria colectiva de Galicia.
A mediados de los años 50, la vida de nuestro padre se vio acuciada por la situación precaria de la época.
El anhelo de superación y la persecución de su sueño, le llevaron a tomar la decisión de emigrar a Venezuela, dejando atrás a su querida aldea de Astariz, a su familia, amigos y a la que más tarde sería su mujer, Áurea. Un sentimiento de morriña que le acompañó toda su vida.
Tras una larga singladura en el buque Montserrat, Ramón arriba al puerto de la Guaira el 8 de febrero de 1955 (Caracas, Venezuela). Un momento que marcaría el comienzo de una historia personal, que forma parte de la memoria colectiva de Galicia.
En 1960, tras cinco años manteniendo una relación a distancia, Ramón viaja a España para casarse con su querida Aurita. Una historia de amor y trabajo que continuaría en Venezuela a lo largo de varias décadas hasta su retorno definitivo a Galicia.
Hoy en día, nuestra madre sigue recordándonos anécdotas, experiencias y momentos vitales junto
a Ramón. Juntos pudieron con todo, juntos forjaron su futuro.
Ramón do Casar, 2024. ©
Ramón siempre soñó con volver a su tierra y
forjar un proyecto familiar alrededor del mundo
del vino. Es en 2013, cuando tras décadas de
trabajo y sacrificio, ve culminado su anhelo con
la construcción de la bodega, en Prado, Castrelo
de Miño (Ourense). Un año más tarde, la primera
añada de Ramón do Casar se convertiría en una realidad.
El trayecto hasta nuestros días parte de las
8 ha de viñedos adquiridos por nuestro padre
desde la emigración en Venezuela, hasta las
25 ha actuales de viñedos propios.
Ramón do Casar nació gracias al espíritu de
superación de una familia. Una filosofía de
trabajo basada en la perseverancia que nos
ha permitido erigirnos como una de las bodegas
más premiadas del mundo, siendo la que atesora
más reconocimientos en la última década de la
Denominación de Origen Ribeiro.
La meta es el camino.
Ramón siempre soñó con volver a su tierra y forjar un proyecto familiar alrededor del mundo del vino. Es en 2013, cuando tras décadas de trabajo y sacrificio, ve culminado su anhelo con la construcción de la bodega, en Prado, Castrelo de Miño (Ourense). Un año más tarde, la primera añada de Ramón do Casar se convertiría en una realidad.
El trayecto hasta nuestros días parte de las 8 ha de viñedos adquiridos por nuestro padre desde la emigración en Venezuela, hasta las 25 ha actuales de viñedos propios.
Ramón do Casar nació gracias al espíritu de superación de una familia. Una filosofía de trabajo basada en la perseverancia que nos ha permitido erigirnos como una de las bodegas más premiadas del mundo, siendo la que atesora más reconocimientos en la última década de la Denominación de Origen Ribeiro.
La meta es el camino.
Ramón siempre decía que sin la música nunca
hubiera alcanzado su sueño.
Primero, en bandas locales del Ayuntamiento de
Castrelo de Miño (Ourense – España), y más tarde
de forma intermitente en la emigración, en Trujillo
(Venezuela). Su pasión y virtuosismo con el
saxofón convivieron con sus otras facetas
profesionales y fueron determinantes a la hora de
forjar su futuro.
Fotografías:
Ramón con compañeros músicos. 1962.
Trujillo, Venezuela.
Ramón con su querida Aurita.
Ramón siempre decía que sin la música nunca hubiera alcanzado su sueño.
Primero, en bandas locales del Ayuntamiento de Castrelo de Miño (Ourense – España), y más tarde de forma intermitente en la emigración, en Trujillo (Venezuela). Su pasión y virtuosismo con el saxofón convivieron con sus otras facetas profesionales y fueron determinantes a la hora de forjar su futuro.
Fotografías:
Ramón con compañeros músicos. 1962.
Trujillo, Venezuela.
Ramón con su querida Aurita.
Fotografías:
Ramón con compañeros músicos. 1962. Trujillo, Venezuela Ramón con su querida Aurita.
Alberto Martí (Santiago, 1922).
Empezó a trabajar a los 12 años como el niño de los
recados de Foto Blanco (A Coruña). Con el
paso del tiempo, su propietario entendió que era la
persona ideal para continuar con su legado y le
traspasó el negocio.
A lo largo de 50 años, compaginó su faceta como
empresario con su trabajo como fotoperiodista
para el diario La Voz de Galicia. Suyas son buena
parte de las fotografías que forman parte de la
memoria colectiva de la emigración gallega.
Le debemos su mirada, aquella que captó
momentos conmovedores de miles de personas
que emigraban a ultramar desde los puertos de
A Coruña y Vigo. Momentos tristes, entre los
que también pudo encontrar resquicios de esperanza,
como la fotografía que realizó a una niña recién
nacida en un barco que retornaba a Galicia.
Nos enorgullece estar ligados a su obra.
Recordamos con gran emoción el momento en
el que cedió a Ramón do Casar algunas de sus
fotografías para pasar a formar parte de su
identidad. Creemos que vio en nuestra historia,
una parte de su propia vida.
El trabajo fotográfico de Alberto Martí nos
permitió reencontrarnos con nuestra propia
historia. Siempre rememoramos con emoción el
documental tributo en donde registramos sus
recuerdos. Gracias Maestro.
Alberto Martí (Santiago, 1922).
Empezó a trabajar a los 12 años como el niño de los recados de Foto Blanco (A Coruña). Con el paso del tiempo, su propietario entendió que era la persona ideal para continuar con su legado y le traspasó el negocio.
A lo largo de 50 años, compaginó su faceta como empresario con su trabajo como fotoperiodista para el diario La Voz de Galicia. Suyas son buena parte de las fotografías que forman parte de la memoria colectiva de la emigración gallega.
Le debemos su mirada, aquella que captó momentos conmovedores de miles de personas que emigraban a ultramar desde los puertos de A Coruña y Vigo. Momentos tristes, entre los que también pudo encontrar resquicios de esperanza, como la fotografía que realizó a una niña recién nacida en un barco que retornaba a Galicia.
Nos enorgullece estar ligados a su obra. Recordamos con gran emoción el momento en el que cedió a Ramón do Casar algunas de sus fotografías para pasar a formar parte de su identidad. Creemos que vio en nuestra historia, una parte de su propia vida.